¿Votar o no votar?: Ese es el dilema

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Como si fuera sacado de una tragedia escrita por William Shakespeare, el votar se ha convertido en el dilema del ser o no ser. El “no voy a votar” o el “¿para qué voy a votar?” son “la cuestión”.

En la famosa obra de Shakespeare, Hamlet, somos testigos del enfrentamiento del príncipe danés del dilema de “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Este soliloquio, nos brinda la oportunidad de explorar la existencia y el propósito, adaptado a nuestros días, como un dilema contemporáneo y más criollo, igual de profundo podemos levantar el cuestionamiento “de participar o no en el proceso político mediante el voto”.

En la política moderna, el voto es el acto más importante y esencial para la democracia. Un deber cívico que nos otorga voz como ciudadanos, en el rumbo de nuestra sociedad. Pero, hoy día, al igual que Hamlet se cuestiona el valor de la vida en el sufrimiento, nosotros como ciudadanos tendemos a cuestionarnos el valor del voto, en un sistema que muchos perciben corrupto, ineficaz o que no llega al cumplimiento de las necesidades.

“Ser” es igual al “Acto de Votar”

Dentro del contexto, el voto representa como una persona decide participar activamente en el proceso democrático del país. Representa el mayor acto de afirmación a la creencia de la libertad de expresión. El voto es tu voz, por más único e individual que sea, funciona para comenzar un cambio y/o ratificar tu compromiso con la sociedad.

Votar hoy día se puede considerar un acto de fe en la democracia, en el entendimiento de todos los que votan. Con la mayor intención de que el sistema funcione para el bienestar de todos. El “Ser” o el “Acto de Votar” es el poder del soberano.

“No Ser” es igual a “Abstención del voto”

El “No ser” simboliza la decisión contraria, el no votar. El abstenerse de participar y ejercer un voto, de fe y confianza. Para muchos la política no es más que solo una ficción, promesas vacías y no contempla la realidad del pueblo. Son los que creen que el poder reside en unos pocos.

La abstención del voto es un acto de cansancio, de molestia (hasta de protesta), como una forma de rechazar el sistema, a los políticos, y aquellos que no están conectados con la realidad del pueblo.

El dilema de votar o no votar es uno profundo, pero que lleva mucha introspección. El participar implica creer, tener fe y aceptar con esperanza que las cosas pueden cambiar para bien. Por otro lado, no votar, es una manifestación de la perdida de fe y el rechazar al sistema.

Pero el “No Ser” conlleva un riesgo. Al no participar, el poder se deja en manos de los que están dispuestos a creer, tener fe y aceptar con esperanza que las cosas pueden cambiar.

Votar o no votar, es una “tragedia moderna”. En Puerto Rico, una evidente elección entre la esperanza y el desencanto. El verdadero dilema no es la resignación, sino estar en conocimiento propio de saber si nuestra fe en la democracia puede superar la desilusión y la desconfianza.

Como Hamlet, estamos atrapados entre la acción y la inacción, entre la fe en lo que podría ser y la aceptación de lo que es. La decisión es nuestra, de cada uno, y en esa decisión está nuestro destino como individuos y como sociedad.